Amores fugaces y el problema del "ghosting": por qué nos cuesta tanto comprometernos
- Aroa Granados Madrid
- 8 abr
- 5 Min. de lectura
A ver si alguna vez te ha pasado esto: conoces a alguien. Buen rollo, muchas risas, conexión por WhatsApp 24/7, frases bonitas, planes de futuro con marisco de por medio y, de repente, ¡zas! Silencio. Ni rastro. Mensajes sin respuesta.
Enhorabuena, has sido ghosteado/a.
No hay explicación. Ni cierre. Ni un triste "oye, creo que no estamos en el mismo punto". Solo una ausencia que te deja como si hubieras hablado solo/a durante semanas. Y claro, tu cabeza empieza a dar vueltas:
"¿He hecho algo mal?" "¿No le gustaba tanto como decía?" "¿Qué tipo de persona desaparece sin más?"
La respuesta es: muchas. Demasiadas.
Porque el ghosting no es el problema. Es un síntoma de una enfermedad cada vez más extendida: la incapacidad generalizada de comprometerse, de enfrentar emociones y de gestionar vínculos de forma adulta.

1. El ghosting es la fiebre, no la infección
La desaparición sin aviso es solo lo que se ve. Pero detrás hay una sociedad entera que nos ha enseñado a huir en vez de quedarnos. A borrar en vez de enfrentar. A sustituir en vez de reparar.
Cuatro causas frecuentes del ghosting:
Exceso de opciones: Con tanta oferta en apps de citas, redes sociales y planes espontáneos, tenemos la ilusión de que siempre hay alguien mejor esperando. Resultado: en cuanto algo no va perfecto, pasamos página.
Miedo a la intimidad real: Estar con alguien de verdad implica mostrarnos vulnerables. Y eso da pánico cuando no has aprendido a sostener emociones propias, mucho menos las del otro.
Desconexión emocional y adicción a la dopamina: Estamos tan acostumbrados a la recompensa inmediata que ofrecen los matchs, los flirteos y los primeros encuentros que, cuando aparece la oxitocina del vínculo y la calma, nos parece "aburrido". La adrenalina engancha más que la estabilidad... hasta que descubres que la paz también engancha, pero de forma sana.
Evitar la responsabilidad emocional: Afrontar una conversación incómoda requiere empatía y madurez. Pero si puedo evitarla dándole al botón de silencio, ¿para qué complicarme?
Caso SARA:
42 años. Encantadora, divertida, independiente. Llega a consulta con la misma frase de siempre: "Solo encuentro personas que están súper ocupadas y no tienen tiempo para una relación". Pero bien que tienen tiempo para escribirte tres semanas seguidas y desaparecer en cuanto les propones un plan que implique más que sexo o terraza.
No es que no quieran estar con alguien. Es que no quieren hacerse cargo de lo que implica estar con alguien.
2. El amor líquido se nos ha metido hasta el ADN
El sociólogo Zygmunt Bauman acuñó el término "amor líquido" para describir un fenómeno que vivimos a diario: relaciones frágiles, volátiles, sin profundidad. Vínculos que se evaporan al menor contratiempo.
¿Por qué? Porque vivimos en una cultura donde todo debe ser fácil, rápido y sin esfuerzo. Donde el compromiso se percibe como una renuncia. Donde cualquier conflicto se vive como un fracaso, cuando en realidad discutir —bien— es parte de cualquier relación sana.
Carmen, 46.
Separada, hijos criados. Vuelve al mundo del ligoteo y se encuentra un panorama desolador: divorciados que quieren "vivir la vida loca" o tipos tan rotos que necesitan una pareja como quien necesita un respirador. Nadie se ha ocupado de sus mierdas, pero todos quieren que alguien venga y las recoja.
Vivimos como si estuviéramos en una feria de relaciones: si una no me entretiene, paso a la siguiente. Nos aburrimos de lo estable porque nos hemos hecho adictos a la novedad. Y en esa adicción, despreciamos la oxitocina que llega con la conexión real, profunda, estable. Pero ojo: cuando te desintoxicas de la dopamina del ligoteo y pruebas lo que es la calma... ya no quieres volver a las montañas rusas.

3. Comprometerse no es perder libertad. Es elegir con quién crecer
Nos han metido la idea en la cabeza de que compromiso = cárcel. Que si eliges a una persona, renuncias a todas las demás. Y claro, con ese discurso, ¿quién se va a quedar?
Pero no. Comprometerse es justo lo contrario: elegir libremente con quién quieres construir, con quién quieres enfrentarte al miedo, con quién quieres aburrirte algunos domingos.
No es perder opciones. Es dejar de necesitar tener mil. Es saber que hay discusión, roce, rutinas, pero también apoyo, complicidad y un hogar emocional.
Porque no, las parejas no son perfectas. Y sí, hay discusiones. Las buenas relaciones discuten, se reajustan y crecen. Lo que no hacen es desaparecer sin más.
4. ¿Y tú qué haces con todo esto?
Primero, no te lo tomes como algo personal. El ghosting dice más del otro que de ti. Pero sé honesto/a contigo: duele. Y aunque sepas que no es culpa tuya, te deja tocado/a.
Así que toca actuar en dos frentes: prevenir y sanar.
Cómo filtrar mejor (aunque no sea infalible):
Haz preguntas claras desde el principio: ¿Qué buscas ahora mismo? ¿Qué esperas de una relación? No te dé miedo parecer intenso/a. Quien huya por esto, no era para ti.
Observa si hay coherencia entre lo que dice y lo que hace. Si te promete planes pero cancela a última hora siempre, si desaparece días enteros sin explicación... red flag.
Evita idealizar demasiado pronto. No construyas castillos con alguien que apenas conoces. Si te emocionas a la tercera cita, respira. Mira con lupa, no con ilusión desbordada.
No ignores las dudas iniciales. Si algo chirría al principio, no lo justifiques con frases como "bueno, estará ocupado/a". Escucha tu intuición.
Pon límites claros y rápidos: si alguien reaparece con excusas vagas, no te lances a darle otra oportunidad sin ver cambios reales.
Y si aún así te hacen ghosting:
No te tragues el cuento de que fue por tu culpa. La gente emocionalmente inmadura no da la cara, punto.
No mendigues explicaciones. Si alguien desaparece, su silencio ya es una respuesta. Y no necesitas más para saber que ahí no es.
Rodéate de gente que te recuerde tu valor. Porque sí, duele que te dejen en visto emocionalmente, pero no puedes dejar que eso defina tu autoestima.
Apóyate en terapia si ves que este patrón se repite y te afecta más de lo que debería. A veces el ghosting remueve heridas viejas que nada tienen que ver con esa persona en concreto.
Y sobre todo: no pierdas tu esencia. Que no te hagan sentir que tener ganas de conectar de verdad es "demasiado". Lo que es demasiado es vivir en piloto automático emocional.
Conclusión: No te acostumbres a relaciones que se evaporan
El ghosting no es normal. No es sano. No es inevitable. Es una consecuencia de una sociedad emocionalmente inmadura.
Y aunque no puedes controlar a quienes desaparecen, sí puedes elegir qué toleras. Qué permites. Qué mereces.
Hazte un favor: deja de justificar a quien no tiene la madurez para enfrentarse a ti. Y date la oportunidad de construir algo con quien esté dispuesto/a a quedarse incluso cuando no todo sea perfecto.
Porque sí, puede que el sistema esté roto. Pero tú no lo estás.
Y todavía hay gente ahí fuera que no juega a desaparecer. Solo hay que saber mirar donde los fuegos artificiales no llegan.
Comments